LEYES RELATIVAS A LAS BENDICIONES
Antes de pronunciar cualquier bendición, debemos asegurarnos cuál es, de modo que cuando mencionemos el Nombre de D’s, lo cual es la parte más importante de la oración, nosotros sabemos por qué le agradecemos a Él.
No debemos hacer otra cosa mientras recitamos la oración ni tomarla a la ligera. No debemos realizarla automáticamente como un hábito.
Debemos concentrarnos en el significado de cada palabra, sobre todo al rezar el Nombre de nuestro Creador
Isaías 29, 13: “Porque este pueblo se me acerca con su boca y con sus labios me honra, mas su corazón se alejó de mí, y su temor para conmigo fue enseñado por mandamiento de hombre” y los sabios nos previenen en Nedarim 62a “Haced cosas por el amor a su Hacedor”
El hombre debe acostumbrarse a decir las oraciones de viva voz, porque la voz bien audible conduce a la concentración de la mente.
Cuando recitamos las bendiciones, nuestras bocas deben estar libres de saliva, ni debe haber en nuestras bocas ninguna otra cosa, tal como lo expresa el Salmo 71,8: “Sea llena mi boca de Tu alabanza”.
Está prohibido pronunciar el Nombre de D’s en vano. Está incluido en el concepto del temor, el que no se debe mencionar Su gran Nombre a menos que esté de paso en el rezo o la bendición necesaria, o cuando se estudia la Torá.

Está prohibido pronunciar el Nombre de D’s no solo en lengua sagrada (hebreo) sino también en cualquier otro idioma. Debido a nuestras inclinaciones pecaminosas, la mayoría de personas son descuidadas en el hablar y suelen decir: “D’s lo castigará”, etc. por lo tanto, No se debe maldecir y menos si se hace pronunciando el Nombre o algún atributo suyo.
Debe tratar de no escribir el Nombre en cartas u otros escritos pues sabemos que en el transcurso del tiempo esta carta será echada en un basural.
El hombre debe pronunciar diariamente por lo menos 100 bendiciones. Esta ley fue establecida por el rey David. Una alusión sobre ello se encuentra en 2 Samuel 23, 1: “Dijo aquel que fue levantado en lo alto” (en hebreo al, en lo alto). El valor numérico de las letras en la palabra es cien. Una base de esto se encuentra en Deuteronomio 10, 12: “Ahora pues, Israel, ¿Qué (en hebreo ma) requiere el Eterno tu D’s de ti, sino que temas al Eterno?”, etc. No se lee ma (qué), sino meá (cien), y ello se refiere a las cien bendiciones.
El rezo de las bendiciones creará en uno el temor a D’s, el amor a Él y lo impulsará a tenerlo siempre presente.
Las maldiciones contenidas en Deuteronomio 28, 15-61 suman noventa y nueve, y si se les agrega (Loc. Cit. 63) “Todas la enfermedades y las plagas”, el número aumenta a cien. Las cien bendiciones que se pronuncian diariamente nos protegen de estas cien maldiciones. (Las bendiciones)
Al escuchar una oración dicha por un semejante se debe decir: “Baruj hu ubaruj shemó (Bendito sea Él y bendito sea su nombre) cuando se oiga el Nombre, y responder amén, a la conclusión de la bendición. Amén significa “es verdad”, por lo tanto debemos tener en cuenta que lo que dice la bendición es cierto y que nosotros creemos explícitamente en ella. Además debemos tener mucho cuidado en pronunciarla correctamente.